¿La soledad es elegida, o uno es elegido por ella? Es evidente que durante la existencia, los acontecimientos pueden hacen de nosotros unos solitarios. En la medida en la que se trata de una soledad profunda, de la búsqueda del fondo, de lo esencial, creo que se es elegido por la soledad.¿Elegido por quién? ¿Por qué? Yo diría por lo Eterno. Y cuando un ser seducido por lo Eterno toca su fondo, todo se tambalea. Este fondo, no puede ser nombrado, no puede ser conocido, no se le ha oído hablar nunca: ni siquiera se tiene una experiencia de ello. ¿Cómo decir "sí"? Y si se dice "sí", es un "sí" que va a ser repetido, no todos los días, sino a cada instante. Porque el misterio de la soledad, tremendo divino y al mismo tiempo difícil de vivir, consiste en orientarse hacia la plenitud de un "sí". ¿Sí a qué? A una Presencia. A algo que yace en mí, crece en mí, se despliega en mí...y que yo no puedo nombrar.En la soledad el hombre comprende que es un microcosmos, y que lleva al macrocosmos en sí mismo.Quizá se tiene miedo de la soledad porque se tiene miedo de volverse loco...porque las cosas se disipan. De repente, la mirada ve, el oído escucha. En la soledad me veo. En la soledad me encuentro, me conozco. La soledad es un espejo. Y ¿quién soporta tener un espejo ante el rostro? Si uno está muy sobrecargado, si uno ve muchos rostros, si uno se mantiene en una conversación perpetua, un parloteo exterior o interior, uno no se ve. Se ve a los demás, los rostros, las mímicas, pero uno no se ve. La soledad es un espejo, un espejo excelente porque retiene todo. Entonces uno se ve y siente horror. ¡Horror de sí! Porque uno ve su miseria, su pobreza, cuando lo que habría que ver sería la belleza propia. Convendría ver la grandeza. Porque uno es portador de la luz.EL hombre lleva en sí la imagen divina, la chispa divina. Es un recipiente de luz, de belleza. En la soledad, el hombre comprende que él es un microcosmos, que él lleva al macrocosmos dentro de sí. El es Tierra, él es Aire, Agua, Fuego. Contiene las plantas, el árbol, la flor, los animales, el pájaro y la serpiente.En la soledad se va a escuchar, a percibir el susurro del silencio. El silencio tiene una voz, el silencio habla. Enseña; nos dice algo. En la soledad, en los momentos en los que uno se acerca al fondo, estamos religados. Religados al Eterno, religados a algo innombrable. En la soledad, mis raices ya no están pegadas a aquello que es transitorio. Es el mundo invisible el que nutre, el que no deja de aligerarnos el peso de las pruebas que nos pone la existencia.En algunos momentos, la soledad parece comparable a una sombra, una niebla, algo denso. No se ve a unos pocos metros por delante y uno parece enloquecer. Porque el solitario deja la conciencia común. La omnitud lo abandona. Después de haber entrado en el jardín del conocimiento de sí, el solitario entra en la bodega del vino. La bodega del vino significa el amor al otro. Un amor extraordinario, difícil, ya que no sabemos amar. EL SOLITARIO VA A COMPRENDER QUE LO IMPORTANTE NO ES SER AMADO, SINO AMAR. Y AMAR GRATUITAMENTE.El secreto que enseña la soledad, la revelación de la soledad, es la escucha de la fuente, y la fuente me dice: "lo esencial no es ser amado, sino amar." Y si yo amo, en mi soledad, me convierto en un sol.El símbolo de la soledad es el desierto interior, el cual es alcanzado cuando el hombre comprende que todo debe interiorizarse. El oído se interioriza, la mirada se interioriza. Y la soledad aviva, despliega el sentido de lo interior. El oído, en el desierto interiorizado, va a captar el murmullo de las fuentes.Nos encontramos con alguien; nos dice cosas banales; de repente pronuncia una frase y nos quedamos atónitos. Algo ocurre, su rostro cambia. Todos hemos visto miradas de luz, fugitivas pero luminosas. De vez en cuando, en el rostro, algo aparece, algo se muestra. Si nos asemejamos a una tierra vacía, a un desierto, si aceptamos una verdadera indigencia, entonces la luz llega.No es la banalidad lo que retendré sino el sonido de la fuente. El hombre que vive en desierto interiorizado en la soledad, percibe el murmullo de la fuente en el otro...y se maravilla.
(Gracias Liliana Suarez, de Sincrodestino)
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