Siento este texto como un regalo, es tambien por esto que lo comparto.
Para quienes amamos las flores, sabemos de su sabiduria.
Nos dan todo, llegan allí donde las necesitamos, reparar y nos hacen "ver" de lo que somos capaces.
Somos Uno, en un Universo donde el tiempo es circular. Presente. Todo ocurre Aquí y Ahora.
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"Juan, el loco de las flores" - Por Julio Andrés Pagano
Cuenta una historia que en la Tierra hubo un hombre que vivió de manera rutinaria y murió lejos de los aplausos y los reconocimientos públicos, sin embargo ayudó a que millones y millones de personas pudiesen vivir en paz.
No se sabe cuál era su apellido. Se lo conoció como “Juan, el loco de las flores”. Hay quienes afirman que era hijo único y quedó huérfano desde muy joven. Dicen que eso fue lo que le imprimió a su mirada una profunda melancolía, que daba a sus grandes ojos marrones un tinte muy especial.
Se desempeñó como empleado del Estado. Su tarea era rutinaria, asfixiante en algunos casos. Día tras día atendía largas colas de quejas que parecían calcadas. Soportar una carga vibracional tan densa era un tortuoso ritual deshumanizante. Sin embargo, Juan sabía que al menos de ese modo podía pagar sus cuentas a fin de mes, y eso lo animaba a juntar coraje para levantarse de la cama y regresar al trabajo cada mañana.
Muchas veces se preguntaba cuál era el sentido de su vida, ya que todo parecía transcurrir dentro de un círculo que conducía a más y más de lo mismo, sin embargo no encontraba la respuesta. Su barrio era gris, lleno de smog e incesante ruido. Vivir en la zona céntrica de una enorme ciudad tenía sus beneficios a la hora de transportarse, pero restaba calidad de vida. Casi no cruzaba palabras con sus vecinos, porque todos estaban apurados corriendo detrás de sus deseos.
Entre tantos edificios modernos, su modesta casa parecía aún más pequeña. Por su estilo antiguo, era como si en ese punto de la gran urbe, el último recuerdo de lo que en su tiempo fue un pintoresco barrio se resistiese a morir aplastado por la alocada indiferencia de la modernidad.
Juan tenía una pasión: amaba las flores. No sabía bien por qué, pero sentía que ellas eran la razón de su existencia. Nunca antes se vio a un hombre que tuviese tanta gracia y delicadeza a la hora de cuidar las plantas. Su jardín era único, especial. Todo lo que allí había parecía brillar. Si alguien tuviese que ejemplificar cómo sería el paraíso, sin dudas mostraría ese jardín. Era la belleza natural llevada a su máxima expresión. Parecía un verdadero cuadro viviente, en donde el color, la armonía y los aromas se daban cita para danzar en unidad. Verlo inspiraba vida. Sin embargo nadie tenía tiempo para presarle atención, pues quienes por allí pasaban iban envueltos en interminables pensamientos que los hacían moverse de manera mecanizada.
Si no fuese porque tenía que afrontar sus compromisos mensuales, Juan nunca se hubiese separado de sus flores. Cada día, al subir al colectivo que lo llevaba a su trabajo, se sentía morir. Su cuerpo se encorvaba. Caminaba como quien se arrastra. Internamente se resistía a ir cada día a escuchar las protestas de aquellos que de paso aprovechaban y descargaban sus frustraciones cotidianas con la excusa de un mal servicio prestado. Sólo lo salvaba el vívido recuerdo de sus resplandecientes flores.
A medida que sus oídos se abarrotaban de quejas, Juan miraba con insistencia su reloj. Contaba cada segundo. No veía la hora de regresar a su jardín. Necesitaba volver a respirar, necesitaba sentirse vivo. En la oficina sus compañeros de trabajo se burlaban de su manera extraña de comportarse, ya que medio minuto antes de que finalizara la jornada, siempre estaba con el abrigo en la mano esperando para marcar la tarjeta que acreditara su labor.
Ni bien ponía un pie en la calle, su cuerpo se erguía, sus músculos se tonificaban y su andar cobraba un vigor nunca visto. Ni el mejor ilusionista hubiese podido hacer semejante transformación. Se lo podía sentir. Era otro hombre, incluso sonreía. Su enérgica actitud despertó sospechas entre sus compañeros de trabajo, al punto de que un día decidieron seguirlo a ver a dónde iba, ya que no podían creer su comportamiento tan extraño.
“¿Debe ir a ver a su amada?” dijo uno con sorna, sabiendo que era un hombre al que le costaba relacionarse. Tamaña sorpresa se llevaron al ver que apareció rápidamente en su jardín -que daba a la calle-, con un mameluco marrón. Como quien llega a un lugar sagrado, muy lentamente se descalzó e inclinó ante a sus flores y una a una las besó. Luego les contó cuánto las había extrañado y comenzó a cantarles, mientras las acariciaba con dulzura. Esos minutos fueron suficientes para que de ahí en más, Juan fuese llamado “el loco de las flores”.
Su vida transcurrió así, envuelta en la rutina para pagar sus deudas y renaciendo cada vez que su día laboral finalizaba. A los ojos de muchos, su paso por el mundo fue intrascendente. Cualquiera podría afirmar que, de haberla tenido, Juan no cumplió con su misión de vida, ya que -en apariencia- no había hecho nada significativo.
Al día siguiente de su muerte, en las los altos estamentos políticos de su ciudad hubo una reunión secreta para determinar si el país iba a la guerra. En medio de muchas discusiones, el presidente pidió que hicieran un receso, pues necesitaba aclarar su mente antes de tomar la decisión final.
Sin que los demás lo supieran, pidió a su chofer que lo llevara a dar un paseo en su coche blindado. Necesitaba reflexionar en soledad. Quiso el destino que en su recorrido el mandatario pasara frente al jardín de Juan. Como quien queda presa de un hechizo, el presidente no pudo quitar la vista de las flores. En una fracción de segundos, al contemplar tanta belleza y armonía tomó conciencia de que la guerra no era la decisión correcta, pues sólo traería más caos y destrucción.
Cuenta la crónica de ese entonces que por asumir una posición no bélica, el presidente recibió el premio nobel de la paz, y su nombre salió en los medios de todo el mundo. Fue el dueño de todos los aplausos y reconocimientos.
Lo que nunca nadie supo fue que el verdadero gestor de la paz fue Juan, quien gracias a su profundo amor por las flores salvó la vida de millones y millones de personas, que de otro modo hubiesen perecido en la guerra.
Centrado en su corazón y desoyendo toda burla, Juan hizo posible que un pedazo de cielo tocara la Tierra. El no recibió distinción alguna ni tampoco cosechó aplausos. Amó las flores y honró la vida. Sin saberlo, cumplió con su misión. Fue uno de los tantos y tantos héroes anónimos que a diario ayudan a co-crear un mundo lleno de paz y armonía.
Nuestra vida a veces es un poco así, como la de Juan, parece no tener sentido. Sin embargo, si escuchamos la voz de nuestro corazón , por más que no lo parezca, de un modo u otro siempre estaremos haciendo nuestra tarea.
No bajes tus brazos. Seguí confiando. Vos también sos Juan.
Gracias Rafael Alcaz Gonzalez por compartirlo
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Quiero darle gracias a la vida, por haberme dado el mejor regalo del mundo tu AMISTAD..
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Gracias por pertenecer a mi mundo de bloguer y dejarme entrar al tuyo, que tengas una bella semana, besitoss y buenas nochesss graciasssss
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Luz, hace un rato leí esta historia. En esta segunda lectura y con tu introducción,completo mi mirada.Son iluminadoras del alma. No importa cómo ni dónde yo esté. Hacen y dan lo que necesito en cada circunstancia. Es un camino de armonía y de encuentro. Traen el cielo a la tierra y puedo desde la tierra ir hacia el cielo. Son un instrumento y como tal hacen su trabajo, cundo una mano sabia, llena de amor y de luz,las elige y forma con ellas la ronda con la música que cada uno necesitamos. Por el Dr. Bach las tenemos;por Mirta Pagola, las tomo.
ResponderBorrarGracias!! También gracias a J.Pagano.
Abrazo muy fuerte, Susana
Hola Mirta una hermosa historia para reflexionar y sacar conclusiones. El sentido de la vida es se lo da cada cual viviendolá. Porque la tiene, hay que buscarla. En eso consiste nuestro trabajo de vivr.
ResponderBorrarUn beso y feliz semana
Querida Mirta
ResponderBorrarHe empezado a leer la historia y he quedado prendada por su luz.
Gracias y un abrazo
Gracias LUZ DEL ALMA..!
ResponderBorrarEsta historia nos anima a que cada uno cuidemos nuestro jardin de flores,de poesía,pintura,comunicación etc.Todos aportamos a la vida nuestro granito para que los demás sean felices y encuentren su "retazo de cielo.."
Mi felicitación para ti y para tu amigo,que la ha compartido.
Mi abrazo de luces de primavera.
M.Jesús
Es bellísimo Luz..me encantó.Acabo de regresar y este post es realmente una delicia...tiene magia.
ResponderBorrarBesos.
Morgana
hermoso, sin dudas..
ResponderBorrarojalá todos podamos saber cuál es nuestra misión y así cumplirla,al menos estoy trabajando en eso..
gracias por compartir.
besoss
No creo que Juan necesitara ni echara en falta ningún reconocimiento de nadie. Tenía las flores que llenaron su vida por completo.
ResponderBorrarUn abrazo enorme.
Que bella historia Mirta, Juan hizo lo que le dictaba su corazón con amor cumplió su Plan Divino... y por supuesto cuando se hacen las cosas de ese modo siempre tienen su recompensa.
ResponderBorrarAbrazoss!
!Oh, que bonita historia Mirta!, realmente bonita y emotiva esta historia de Juan... y además de tierna y emotiva, muy para reflexionar sobre el sentido y la misión en la vida de cada quien. Yo estoy de acuerdo contigo, hay muchos Juanes en el mundo, muchos que como decimos por aquí "pasan sin vida ni gloria", y que en el fondo son héroes anónimos como el Juan de la historia...
ResponderBorrarla vida hay que vivirla intentando hacer el mayor bien posible a todos, sin esperar por eso ninguna distinción ni aplauso. Cuando uno hace el bien, tiene la conciencia personal de hacerlo y saberlo, y eso es más que suficiente.
Un besote enormísimo Mirta, de esos bien gordotes, uno para tí y otro para Rafael Alcaz Gonzalez
Querídisima Jessi, Gracias por la visita!!!
ResponderBorrarUn fuertísimo abrazo de luz princesa, Mirta
Gracias Su, nuestras amigas las flores saben hacer lo suyo...
ResponderBorrarUn abrazote de luz, Mirta
Ya lo creo Katy, vivir es encontrarle sentido a la vida, cada quien sabrá que herramienta tomar, todas son válidas.
Abrazo de luz amiga, Mirta
Gracias Pilar, sí que tiene luz la historia de Juan...
Un fuerte abrazo, Mirta
Ma. Jesús, cada uno de nosotros aporta su luz al Universo, que maravilla darnos cuenta!
ResponderBorrarGracias por tu luz, un abrazote, Mirta
Bienvenida Morgana! Se te extrañaba en éste "magico" mundo. Un fuerte abrazo de luz, Mirta
Gracias Adrisol por el comentario, estamos todos en el camino... qué bueno es ver que tantos lo intentamos. Abrazo muy fuerte de luz, Mirta
Querida Mirta, todos necesitamos cultivar nuestro jardín, ese lugar a donde regresar...
ResponderBorrarTe dejo un abrazo a vos y a Rafael!
Tenés razón María, seguro no lo necesitó Juan. Mirá todo lo que generó su "fluir" en el jardín...
ResponderBorrarAbrazo de luz amiga, Mirta
Gracias Adri, cómo le decía a María, fijate todo lo que generó Juan al cumplir con su misión, cuando se dió cuenta que estaba en el camino...
Un fuerte abrazo de luz, Mirta
Sí apm, es una hermosa historia que nos hace pensar que todos tenemos un don y una misión, que desde el mas chiquito de los gestos podemos hacer cosas muy grandes...
Gracias amiga por esos besos bien gordotes que nos regalas y que me encanta recibir. Abrazo gigante de luz para ti, Mirta
Gracias Tihada, ese jardín que es un pedacito de cielo en la tierra, y como siempre "como es arriba es abajo", de esa manera tambien nos llevamos al cielo algo de la "tierra".
ResponderBorrarUn fuerte abrazo de luz, gracias por visitarme y comentar, Mirta
Hermosísima narración Mirta, gracias por compartirlo.
ResponderBorrarCreo que afortunadamente somos muchos y muchas los "locos" por las flores.
Un abrazo,Montse.
Gracias a vos Montse. Siiii! somos muchos y muchas, y cada vez mas!
ResponderBorrarGracias por comentar amiga, un fuerte abrazo de luz, Mirta